Lo que sí sorprende es la sensación de “esto es casero” que tienes cuando la pruebas.
Si lees “crema de marisco”, quizá te venga la imagen de un restaurante. Luego das una cucharada y te parece hecha en casa: te alimenta, te nutre, te cuida de una forma más natural.
Esta crema se parece más al caldero con gambas, pulpo y merluza que te podrían servir triturado en un puerto de pescadores… que al mantel blanco de un restaurante.
Resumiendo:
Una crema para los que les gusta más el marisco que el postureo.